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Hombre haciéndose un selfie

No hay que preguntar cuál es la mejor edad para darle el primer móvil a un menor sino qué momento es el más adecuado

Jorge Flores.

Pantallas Amigas

 

Es una cuestión recurrente en las familias ¿cuál es la edad del primer móvil más adecuada? Sin embargo, no hay una edad recomendable sino más bien un momento y una forma conveniente.

 

La edad es un parámetro objetivo y relacionable con la madurez y las necesidades presumibles del menor, pero hay más variables implicadas. La capacidad y la dedicación en la mediación de los adultos responsables es, cuando menos, tan importante.

 

Así, el momento adecuado será cuando el conjunto de condicionantes y condiciones puedan garantizar mínimamente un uso seguro y saludable del dispositivo por parte de nuestro hijo o hija. No es una ecuación sencilla de resolver porque, además, la presión dentro y fuera del hogar es importante. Nos jugamos mucho y debe ser una decisión meditada y consecuente con el único objetivo de garantizar el bienestar presente y futuro de nuestros hijos.

 

Resulta complejo tomar una decisión tan sensible como esta o, al menos, debería serlo dada su trascendencia y que suele ser irreversible. Nos hacemos la pregunta ¿cuál es la edad adecuada a la que podemos dar el móvil a nuestro hijo? Sin embargo, no se trata de su edad, sino del momento en el que se dan las condiciones adecuadas o, al menos, suficientemente favorables.

 

Prohibir o educar, ese no es el debate

Es común escuchar el planteamiento como una dicotomía entre prohibir o educar. Este es un enunciado viciado, tendencioso e incluso peligroso. Viciado porque no son prácticas opuestas por definición y en todo caso, pueden ser compatibles. Educar supone poner límites, esto es, limitaciones, prohibiciones. Quien educa en el uso del primer móvil a su hijo de 12 años se lo prohibió, le privó de él, hasta entonces… y también puede que hasta entonces le hubiera educado en estas cuestiones de modo preventivo. Entonces, esa persona… ¿prohíbe o educa? Es también una dicotomía tendenciosa porque… ¿quién preferiría prohibir a educar? Y, por último, el planteamiento es peligroso porque puede hacer pensar a quien no quiere prohibir que, por lo tanto y por eso, está educando. En conclusión, tomemos decisiones sin la presión de situarnos, de que nos sitúen, a un lado u otro de esta disyuntiva tan… irreal.

Grupo de amigos haciéndose un selfie

El objetivo claro y la pregunta adecuada

Cada familia puede hacer su propio análisis, pero no debe apartar el foco del fin principal, el bien de su hijo, objetivo que a su vez puede dividirse en dos metas a veces contrapuestas cuando del uso del smartphone se trata: el bienestar y el completo desarrollo de su hijo. Por un lado, es nuestra obligación garantizar el desarrollo y la autonomía progresiva de nuestros hijos también en el contexto digital de forma saludable.

 

Por otro, debemos promover su protección y seguridad, tarea nada sencilla en un mundo pensado por y para las personas adultas. Se trata de un doble ejercicio de equilibrio: el mencionado relativo a las oportunidades frente a los retos por un lado y, por otro, el de vida online y vida fuera de la red. No olvidemos que hay muchas oportunidades y necesidades que atender fuera del mundo digital que a veces este dificulta. Así pues, y con esta premisa, la cuestión, “la pregunta”, es la siguiente ¿cuándo se dan o podemos propiciarlas condiciones para que mi hijo tenga móvil propio?

 

El primer móvil, cuando los padres sepan lo necesario y acompañen lo suficiente

Se dan tres grandes elementos que hay que alinear de forma adecuada para responder satisfactoriamente a “la pregunta”: el contexto, las características del menor y las capacidades y la dedicación para el acompañamiento digital de las personas adultas responsables. Dentro del contexto podemos considerar la presión de grupo del menor y su relación con sus pares, la presión social, las características y necesidades de la unidad familiar o la calidad de comunicación y relación entre padres e hijos. Sobre los condicionantes del menor interesado habría que tomar en cuenta aspectos como su nivel de desarrollo y competencias, su carácter, sus habilidades sociales… aspectos que en algunos casos pueden tener correlación con su edad. Por último, y donde podemos tener mayor margen de actuación, es el papel que pueden y desean jugar los padres. Por eso “la pregunta” bien podría reformularse en la siguiente “¿cuándo los padres son capaces y van a procurar la dedicación necesaria para acompañar de la manera adecuada (a esos hijos y en ese contexto)?”. Sincerémonos, en la mayoría de los casos los padres sabemos poco y dedicamos poco tiempo y como el contexto no lo podemos regular, desgraciadamente el resultado suele ser que el menor en cuestión con 11, 12 o incluso 13 años, no suele reunir las características necesarias para compensar el déficit de los otros dos factores de la ecuación.  

 

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¿Es recomendable “aguantar” al máximo? ¿cuál puede ser la edad adecuada?

Retrasar al máximo el acceso al primer móvil para evitar la responsabilidad de su gestión y los riesgos de su uso no es tampoco una decisión adecuada. Recordemos, por un lado, la necesidad de garantizar su desarrollo en este entorno y, por otro, que conforme los hijos suman años, merman para los padres las oportunidades de realizar el acompañamiento efectivo, cómplice e inspirador que se necesita. 

 

Como se ha dicho no hay una edad, hay un momento y unas condiciones adecuadas. No obstante, hagamos el ejercicio. Podríamos decir que por debajo de los 12 años es muy improbable que la decisión sea acertada: los tres factores de la ecuación muy rara vez darían un resultado válido. Los 12 años, con adultos muy capacitados y dedicados quizás puede justificarse si el contexto lo requiere y el menor implicado “es colaborador y maduro”.

 

Por último, y donde podemos tener mayor margen de actuación, es el papel que pueden y desean jugar los padres. Por eso “la pregunta” bien podría reformularse en la siguiente “¿cuándo los padres son capaces y van a procurar la dedicación necesaria para acompañar de la manera adecuada (a esos hijos y en ese contexto)?”. Sincerémonos, en la mayoría de los casos los padres sabemos poco y dedicamos poco tiempo y como el contexto no lo podemos regular, desgraciadamente el resultado suele ser que el menor en cuestión con 11, 12 o incluso 13 años, no suele reunir las características necesarias para compensar el déficit de los otros dos factores de la ecuación.  

 

Y cuando hemos dado el paso…

Cuando entregamos ese primer móvil se deben recordar tres cuestiones importantes. En primer lugar, la tarea no acaba cuando terminamos de resistir la presión y compramos ese móvil, sino que es ahí precisamente cuando empieza de verdad. En segundo lugar, no se trata de pasar de la nada al todo, sino que es recomendable establecer limitaciones de acceso y uso que complementen el debido acompañamiento. Por último, es importante establecer una configuración inicial adecuada tanto del terminal como de las aplicaciones instaladas.