Puede que nuestro hijo nos pida un determinado videojuego para estas Navidades o como regalo de Reyes. En ese caso, es más que probable que nos asalte una duda ¿es adecuado? Para resolver esta importante cuestión es conveniente seguir estos cuatro consejos:
El universo de los videojuegos presenta una gran variedad de posibilidades (tipos de juego, plataformas, modelos de negocio o consumo…) con un gran dinamismo. Por esta razón conocer lo suficiente de un videojuego antes de tomar una decisión al respecto de su conveniencia no siempre es una tarea sencilla. Para ello hay dos vías fundamentales. Por un lado, está la consulta de un sistema de etiquetado, como por ejemplo las calificaciones PEGI y ESRB y, por otro, el resto de fuentes, como pueden ser publicaciones o páginas web especializadas.
Este código o sistema de etiquetado, referencia en Europa, nos puede ayudar a tener una primera aproximación sobre el nivel de adecuación del videojuego a nuestro hijo y a los criterios que al respecto tenemos. Se compone de dos partes fundamentales. En primer lugar, presenta un calificador de edad mínima recomendada que se refiere a su idoneidad y no al nivel de dificultad del videojuego. En segundo lugar, a este parámetro se le suman los descriptores de contenido, que hacen referencia a la presencia de determinado tipo de temáticas (sexo, drogas, discriminación, lenguaje malsonante, juegos de azar, terror y drogas) o si existe la posibilidad de hacer compras dentro del juego indicando, además, si estas pueden tener un carácter aleatorio.
Sin embargo, el código PEGI presenta algunas limitaciones como sistema de etiquetado:
Conocer la edad mínima de adecuación y si puede haber contenidos delicados o se pueden hacer compras dentro del juego es un paso importante, pero sigue dejando fuera ciertos aspectos clave a la hora de evaluar las condiciones de seguridad en las que se encontrará nuestro hijo o hija cuando disfrute el videojuego. Estas funciones o posibilidades susceptibles de supervisión parental serían principalmente tres:
Es evidente que la mayoría de los videojuegos tienen un enriquecedor componente social pero también es cierto que la posibilidad de comunicación con otras personas entraña ciertos retos, especialmente cuando no son conocidas o de confianza.
En esta fase el objetivo es evaluar la compatibilidad de nuestros criterios a la hora de prescribir o permitir un videojuego para nuestro hijo. En este momento es preciso ir más allá de las garantías de seguridad. Se trata de tomar decisiones más relacionadas tanto con el estilo de crianza y mediación parental como con las características personales de nuestro hijo. Entre los factores a valorar estarían:
Las posibilidades de control parental existentes para un videojuego pueden resultar un factor determinante porque, además de contribuir a que el uso del videojuego se produzca de una manera más ajustada a nuestro criterio, podrían neutralizar algunas de las funciones sensibles identificadas.
Sin embargo, hay que decir que el control parental en los videojuegos puede resultar algo complejo debido principalmente a que puede establecerse de forma independiente y complementaria hasta en tres lugares o capas diferentes:
Es importante, por lo tanto, conocer qué posibilidades existen en cada una de estas capas. Quizás en una de ellas nos permitan, por ejemplo, establecer ventanas horarias restringidas para jugar y, en otra, evitar que nuestro hijo juegue o chatee con personas desconocidas.
En resumen, elegir un videojuego recomendable como regalo o validar si el videojuego solicitado por nuestro hijo lo es, requiere un trabajo de prospección y reflexión que no siempre es fácil. Sin embargo, los cuatro pasos anteriores nos ofrecen unas claves ordenadas para completar con éxito esta tarea tan importante.
Los videojuegos son una parte destacada de la dieta digital de nuestros hijos por lo que merece mucho la pena el esfuerzo por tratar de asegurar una alimentación adecuada, variada y equilibrada.