Inicio Impulso digital Acción ambiental Plataforma educativa
Hombre hablando por móvil con lenguaje de signos

¿Pueden realmente los menores alcanzar un equilibrio digital?

María Zabala

Periodista, escritora y educadora digital.

Podría haber una respuesta inmediata a esta pregunta y esa respuesta sería “no”. Si las cosas siguen como hasta ahora, los menores no podrán alcanzar un equilibrio digital. Y la razón somos nosotros, los adultos. Las plataformas y los algoritmos tienen parte de responsabilidad, pero fundamentalmente es un tema nuestro.

 

Febrero es el mes del Día de Internet Segura (Safer Internet Day #SID2025). Esta jornada internacional, organizada por Insafe/INHOPE con apoyo de la Comisión Europea, conciencia para construir no solo una Internet mejor y más segura, a través del uso responsable, respetuoso, crítico y creativo que todos -niños y jóvenes especialmente- hagamos del mundo digital. Aprovechando la fecha, hoy hablamos de equilibrio digital.

 

El ‘equilibrio digital’ se refiere a la capacidad de usar la tecnología de manera consciente y controlada, evitando que interfiera negativamente en otras áreas de nuestra vida. Implica saber cuándo desconectar, establecer límites y tratar de que el tiempo dedicado a actividades digitales sea moderado, productivo y enriquecedor, no solo pasivo. Trabajar activamente por mantener este equilibrio es clave para disfrutar de un mayor bienestar, pero, en un mundo en el que lo digital lo permea todo, no resulta sencillo. 

ni%C3%B1a%20tablet

 

En el caso de los menores, es imposible que alcancen un equilibrio digital si, desde que son pequeños, sus adultos de referencia adquirimos la inercia de permitir que accedan a dispositivos o entornos digitales sin tener en cuenta la configuración de los primeros, los contenidos en los segundos o el grado de autonomía del menor en cuestión. Si los menores crecen con la tableta a mano, cual chupete, o entretenidos con pantallas como estímulo constante, o acostumbrados a calmar el aburrimiento con un móvil… si llegan a la adolescencia y la atraviesan haciendo un uso indiscriminado y no acompañado de smartphone, redes o apps… el equilibrio será prácticamente imposible. Si el menor además se acostumbra a tomar decisiones sobre su vida digital sin la implicación de un adulto, los potenciales riesgos de esa híper-conexión tendrán más posibilidad de convertirse en daños.

 

Es imposible también que alcancen el equilibrio si, desde que son pequeños, sus adultos de referencia trasladan constantemente que “lo digital” es lo que hace que todo sea peor, o si prohíben toda tecnología conectada para favorecer solo lo analógico en aras de una protección pluscuamperfecta. Habrá mucha desconexión y mucha ‘vida real’ de la de antes de Internet, pero no necesariamente aprendizaje sobre cómo equilibrar lo de antes con lo de ahora. Habrá en algunos casos uso de pantallas a escondidas y se perderán, seguro, oportunidades de acompañar.

 

Será también imposible que los menores alcancen un equilibrio digital si los adultos, permitiendo o prohibiendo, no entendemos la tecnología que nosotros mismos utilizamos o que permitimos que ellos usen. ‘Entender la tecnología’ es mucho más que conocer los peligros; es saber protegerse y cuidarse, disfrutar con conciencia.

 

Padre%20e%20hijas

Enseñando a equilibrar

 

Según los diccionarios, equilibrio es “ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios” o “contrapeso, contrarresto o armonía entre cosas diversas”. Es decir, equilibrio (digital o de cualquier tipo) consiste en ser capaces de que el tiempo que dedicamos a distintas actividades esté repartido, no caiga en exceso de un lado u otro. Equilibrio será estudiar, pero también hacer deporte, hacer deporte, pero también salir con amigos, salir pero también estar en casa leyendo, leer pero también disfrutar de no hacer nada.

 

Los menores no nacen sabiendo equilibrar. Cuando son pequeños, si algo les gusta, quieren repetirlo en bucle. Cuando llegan a la adolescencia, retar las normas forma parte casi biológica de su conducta. Nos necesitan para equilibrar.

 

El problema es que, con lo digital, los adultos no sabemos enseñar a equilibrar. Tendemos a hablar de “equilibrio digital” en términos de o no, o en términos de tiempo medido con reloj. Si una niña de 5 años nunca mira una pantalla o la mira poco será bueno; si una chica de 15 años no tiene móvil o lo mira poco tiempo será bueno. Y lo contrario -demasiado pronto, mucho tiempo- será malo. “Dar buen ejemplo es que mis hijos no me vean usar mucho el móvil”.

 

Todo esto tiene parte de verdad; estamos constantemente conectados, ya sea para trabajar, comunicarnos o entretenernos, y es fácil perder la noción del tiempo que pasamos frente a una pantalla. La solución, la que puede conseguir que lo imposible se torne posible, es aprender a enseñar a equilibrar. 

 

ni%C3%B1os%20jugando

¿Cómo lo logramos?

 

Con el ejemplo. Equilibrar nosotros en primer lugar. Equilibrio no es solamente no utilizar pantallas delante de nuestros hijos. Es también utilizar tecnología delante de ellos, con intención, propósito y términos medios. Es dar ejemplo aprendiendo sobre cómo funciona la tecnología, cómo nos afecta, cómo se configura para que no nos afecte demasiado mal. Es asumir nuestro papel responsable en las decisiones de vida digital que tomamos.

 

Con el mensaje. Hay que seguir hablando del tiempo que dedicamos a utilizar la tecnología, para que nuestros menores interioricen que tiene que haber un poco de todo (no solo un mucho de algo). Hay que hablar también del tipo de actividad: no es lo mismo scroll infinito en redes, que aprender a tocar la guitarra viendo tutoriales o siguiendo un curso en línea. Hay que hablar también del impacto de la actividad digital: no es lo mismo pantallas convirtiéndose en la única fuente de ocio, que pantallas complementando a otros tipos de ocio analógico.

 

Con la implicación, a tres niveles:

 

  • Implicación material: qué tecnología ponemos en sus manos, teniendo en cuenta su edad. El equilibrio será inalcanzable si hay pantallas por todas partes, a todas horas, para todo; tampoco si hay cero pantallas para evitar. No habrá equilibrio si a los 9 años se recibe un smartphone con todo tipo de contenidos y apps; tampoco si a los 14 años no te permiten casi ni acceder a Internet.
  • Implicación funcional: configurando esos dispositivos, ya sean juguetes, tabletas, smartphones, ordenadores, televisiones, relojes… de acuerdo también a la edad y a la actividad. Configurando en tiempo de uso, pero también en descargas, perfiles, cuentas de usuario… Equilibrio no puede ser pantallas solo para entretener, sino también tecnología para aprender cosas o incluso ‘hacer’ cosas.
  • Implicación experiencial: compartiendo con nuestros hijos e hijas lo que poco a poco van viviendo en el plano digital, igual que hacemos con el resto de las actividades. Los vemos competir a baloncesto un sábado, los vemos ganar una partida con la consola. Nos interesamos por sus amigos, también por sus influencers.

 

familia%205

 

Equilibrio en cuanto a hábitos alimenticios empieza con nosotros, padres y madres. Un menor será más consciente de la importancia de una alimentación equilibrada en función de los alimentos que haya en la cocina, de lo que se coma en familia, de lo que escuche en casa sobre el valor de la nutrición, de las experiencias y las circunstancias de su hogar.

 

Exactamente lo mismo sucede con la tecnología y el equilibrio digital.

 

Que los menores alcancen el equilibrio digital no es solo cuestión de minutos, y no será posible desde los extremos, desde las inercias o los simplismos.

 

El mejor momento para empezar a implicarnos es ahora. Yo apuesto por una visión optimista. ¿Tú?