Nos guste o no, en la relación entre salud mental y mundo digital -tecnología en general, redes sociales en particular- hay dos vectores:
- La persona; su edad, carácter, contexto, habilidades, vulnerabilidades.
- Lo generado por la propia tecnología; inmediatez, ubicuidad, constancia… y funcionalidades de cada entorno (interacciones, notificaciones, algoritmo, sugerencias…).
Los adolescentes utilizan la tecnología de muchas maneras y, cuando atraviesan periodos de malestar o vulnerabilidad, o cuando padecen problemas de salud mental, esa vida digital -que va más allá del tiempo de uso- tiene también connotaciones.
Se conectan para participar en comunidades y buscar apoyo, por ejemplo. Al hacerlo, encuentran comprensión y pertenencia, pero también se exponen al peligro de que sus problemas crezcan o empeoren.
Vida real y digital: todo está relacionado
Es difícil, si no imposible, separar las experiencias online y offline de los adolescentes.
Insistir en hacer esa distinción nos impide apreciar:
- por qué se conectan a Internet
- qué experimentan en redes
- de qué manera es su vida no digital la que influye en su salud mental.
Profesionales sanitarios, educadores y políticos alertan sobre una crisis de salud mental adolescente, y citan al mundo digital como factor exponencial de cambio a peor.
Hasta ahora, muchas decisiones se toman escuchando a los adultos. Pero es necesario escuchar a los adolescentes.
Cuando algún informe o encuesta lo hace, nos cuentan casi siempre que mundo digital y redes sociales tienen un impacto ‘bueno y malo’ en la adolescencia.
¿Qué dicen los jóvenes sobre su vida digital?
El proyecto internacional ySKILLS sobre habilidades juveniles en la era digital[1] examina los riesgos y las oportunidades relacionados con el uso de la tecnología por parte de los adolescentes, así como el papel de las competencias digitales en su bienestar cognitivo, físico, psicológico y social. En su web se comparten recursos y contenidos creados por jóvenes, que explican algunos aspectos de las experiencias de los adolescentes en relación con sus vidas digitales, buscando una mayor comprensión por parte de los adultos -padres, profesores, profesionales sanitarios o políticos-.
Cosas que dicen los adolescentes:
“En Internet, valoramos conectarnos con otras personas que comparten dificultades similares a las nuestras, o acceder a información útil y encontrar distracciones en situaciones difíciles, especialmente cuando tenemos las habilidades digitales para aprovechar al máximo estas oportunidades. Pero incluso con grandes habilidades, nos resulta difícil localizar recursos fiables y saber en quién confiar.
Queremos que Internet y las redes sociales se conviertan en espacios más amigables y solidarios. Queremos poder hablar de nuestras experiencias online. Queremos que los adultos comprendan mejor nuestra vida digital”.
Los riegos y las oportunidades del entorno digital
Es muy complicado aislar los riesgos de las oportunidades en relación con los adolescentes y sus experiencias digitales. Y es muy importante entender que, en ocasiones, es precisamente gestionando problemas como se adquieren habilidades.
No vale permitir que menores accedan a entornos digitales bajo la premisa de que tienen competencias digitales, ignorando los riesgos. Y no vale tampoco regular los riesgos para proteger la salud mental sin prestar atención a cómo esa regulación reducirá las oportunidades o vulnerará los derechos de los adolescentes.
¿Cómo podemos ayudar desde lo más privado en cada casa?
Preguntando a nuestros adolescentes.
Cuando termines este café conmigo, habla con los tuyos -si los tienes-. Pregúntales, sin prejuicios ni opiniones pre-concebidas, cómo están, cuánto influyen lo digital y lo analógico en ese estar bien o mal, qué les aportan y qué les roban las redes sociales.
Seguramente mucho de lo que te digan te sonará, porque serán sensaciones parecidas a las que tú sentiste en tus años adolescentes -aunque no existieran las redes-.
Suerte.
[1] UE Horizonte 2020, 3,2 millones de euros, 2020-23. https://yskills.eu