¿No le cansa toparse por todas partes con el manido discurso contemporáneo que demoniza las nuevas tecnologías?
Dondequiera que miremos, nos encontramos con haters de la tecnología: profesores que rechazan la integración de las TICs en las aulas; padres que observan con pavor cómo sus retoños están enganchados a las pantallas que ellos mismos les han proporcionado; amigos que recuerdan con nostalgia cómo eran las relaciones interpersonales antes de la llegada de las redes sociales; tecnófobos que alertan de los peligros de un hipotético dominio del hombre por la máquina en el futuro inmediato.
El miedo al cambio
La denostación de la tecnología se erige sobre argumentos que orbitan en torno al quebranto de los valores, la desconexión del mundo real, el fomento del individualismo, el aumento del aislamiento, la merma del pensamiento crítico, el exceso de estimulación, los riesgos de la desinformación, las injusticias de la brecha digital o el desconocimiento de sus efectos a largo plazo, entre muchos otros.
No obstante, quienes detestan la tecnología, a menudo la emplean para transmitirnos su desasosiego por la forma en que ha transformado el presente.
En el fondo de su contradicción, resuena enseguida el miedo al cambio.
Mantenerse alerta frente a lo que no gobernamos en su totalidad es positivo, pero el rechazo del progreso que pugna por regresar a tiempos pasados, a estas alturas, no resulta en absoluto edificante.
La tecnología como gran aliada
A nadie pasa desapercibido el hecho de que es imposible vivir al margen de la tecnología. Esto es así no tanto porque nos hayamos convertido en esclavos tecnológicos, sino porque, a pesar de la incertidumbre que genera, somos muy conscientes de las ventajas que trae consigo: aquellas a las que no estamos dispuestos a renunciar de ningún modo.
No es necesario enumerar aquí los incontables beneficios de la tecnología.
Todos somos capaces de apreciarlos si estamos dispuestos a desasirnos de la hipocresía anti-tecnológica con la que somos bombardeados a diario. En su lugar, me gustaría llamar la atención sobre las oportunidades que nos brinda la tecnología para combatir experiencias cotidianas como son el aburrimiento o la soledad no deseada.
Muchas son también las críticas que se despliegan contra la tecnología como herramienta para evitar ambos fenómenos en la actualidad. No son pocos los que sostienen, por ejemplo, que su uso continuado desemboca —especialmente entre los jóvenes—en adicciones o que, a la larga, acaba por traducirse en un incremento del malestar, debido a su supuesta incapacidad para promover una ocupación del tiempo significativa o la compañía genuina que deseamos.
Sin embargo, la culpable de estos destinos no es la tecnología misma, que no hace sino poner a nuestra disposición un inmenso horizonte de posibilidades para satisfacer nuestras carencias.
La responsabilidad recae sobre nuestra perezosa inclinación al contentamiento con lo más fácilmente accesible y a la delegación en los algoritmos de la que debería ser nuestra búsqueda individual de aquello que tiene valor para cada uno de nosotros a la hora de esquivar el aburrimiento y la soledad.
Si nos hacemos cargo de esto, la tecnología puede revelarse como una gran aliada.
Un problema de todos: las enfermedades del alma
Un nicho en el que se está evidenciando el potencial de la tecnología como remedio contra el aburrimiento y la soledad no deseada es el que ocupan los seniors.
Quienes trabajamos con personas pertenecientes a esta cohorte sabemos que tanto el aburrimiento como la soledad no deseada son dos plagas que entorpecen el proceso del envejecimiento digno y saludable.
El aburrimiento, en su vertiente disfuncional, se produce cuando nos vemos envueltos en situaciones o actividades poco estimulantes, carentes de interés o insignificantes, repetitivas o forzosas, que no responden a nuestras expectativas, siendo incapaces de abandonarlas o cambiarlas por otras más gratificantes.
La soledad no deseada, por su parte, entra en escena cuando no tenemos acceso a la compañía que anhelamos.
En los estudios realizados en el marco del proyecto «PRE-BORED. Bienestar y prevención del aburrimiento en las residencias de mayores españolas», he podido demostrar que estas enfermedades del alma afectan negativamente a la salud física y mental de las personas mayores, sobre todo de aquellas que viven institucionalizadas o en situación de dependencia.
Tanto el aburrimiento como la soledad, sostenidos en el tiempo, se traducen en cambios de humor extremos, nerviosismo, retrotracción social, depresión, trastornos alimenticios, alteraciones del sueño, decremento de las habilidades cognitivas, reducción de la movilidad y aumento de la dependencia a largo plazo, por mencionar algunas de las consecuencias más destacables.
La solución contra el aburrimiento y la soledad no deseada pasa por disponer de la libertad de decidir cómo queremos llenar nuestro tiempo a través de actividades y situaciones que consideramos significativas y de estar en compañía de quienes nos conocen y nos completan.
Suena sencillo, pero, en ocasiones, alcanzar a poner en práctica estos remedios se torna una carrera de obstáculos para quienes requieren de cuidados constantes.
Aburrimiento y soledad no deseada en seniors: como combatirlas
Más allá de su funcionalidad en el plano asistencial o sanitario, la tecnología juega un importante papel en la vida de los adultos mayores que se han visto privados de sus habituales estrategias de huida frente al aburrimiento y la soledad no deseada, ayudándoles a descubrir formas de colmar el tiempo que no estaban en su catálogo de opciones, a ilusionarse con proyectos de vida inimaginables, a mantenerse informadas de lo que sucede a su alrededor, a permanecer conectados con quienes más quieren e incluso a crear nuevas relaciones.
Los medios para enriquecer el tiempo de ocio y fortalecer las conexiones son inagotables. Vemos familias que se reúnen en una sala virtual para charlar, grupos que hacen gimnasia siguiendo a una IA en la pantalla o asistiendo a talleres de manualidades online, mientras otros viajan a lugares recónditos con unas gafas de realidad virtual o ejercitan su cerebro con actividades terapéuticas desde una tableta, e incluso yayas influencers que se dan a conocer en TikTok.
Están los valientes que se lanzan por su cuenta a la aventura de explorar lo ignoto, rompiendo con el estereotipo que incide en la utopicidad del binomio tecnología-tercera edad. Para los que necesitan un pequeño empujón, es celebrable que tantas iniciativas públicas y privadas estén apostando ahora por invertir en programas de accesibilidad a los recursos tecnológicos para prevenir la aparición del aburrimiento y la soledad no deseada en la población mayor que se encuentra en situación de riesgo.
Merecen nuestra admiración quienes superan el paradigma del catastrofismo y del capacitismo tecnológico, aquellos que concentran sus esfuerzos en sacar partido a la vanguardia tecnológica para ponerla al servicio del avance social confiando en que, aplicada con sentido, devolverá el brillo perdido a los ojos del adulto senior.