Es una situación que he vivido muchas veces desde que, hace años, comencé el proyecto Mom&Geek y los talleres de tecnología en familia. Padres y madres se me acercan pues se han encontrado ante una disyuntiva que los ilusiona, pero también los desconcierta: sus hijos/as tienen interés en construir cosas, en saber cómo funcionan y se mueven los aparatos, los mecanismos.
Quieren ser ingenieros/as, les dicen.
Muchas veces estos padres y madres han buscado en Internet y encontrado kits, y explicaciones, pero necesitan una guía.
¿Cómo pueden ayudar a sus hijos/as de una forma efectiva, y sin agobiarlos?
El primer consejo que les doy es que no comiencen por los detalles. Que primero observen el tema con perspectiva.
La tecnología es, ante todo, una forma de creatividad.
Es la herramienta que tenemos para transformar el mundo y, por lo tanto, es tan variada como este. Y así, con ella podemos desde diseñar una red de transporte hasta mejorar internet, o producir antibióticos. Desde crear válvulas cardíacas artificiales hasta hornos de microondas.
De modo que… ¿Qué le gusta realmente a tu hijo/a? ¿Es más de ordenadores, por ejemplo, o de cacharreo? ¿Es más de destrozar para ver cómo interactúan los mecanismos, o de construir y poner a funcionar las cosas?
Es lo primero que hay que mirar cuando empezamos a hacer cosas con los niños/as. Los kits y herramientas son muy útiles, pero…, sinceramente, a veces se consigue lo mismo, o más, reciclando cosas que tenemos en nuestra propia casa.
¿Quién no tiene un set de piezas de LEGO por ahí? ¿O vasos de plástico, tapones, alguna impresora o escáner viejo al que le podamos extraer motores y ruedas dentadas?
¿Cómo empezar?
Podemos empezar por plantear actividades sencillas, divertidas y atractivas para despertar su curiosidad de manera natural.
Por ejemplo, construir:
- Un puente con los bloques que tenemos en casa, y comprobar cuántos coches y muñecos puede aguantar la estructura.
- Una casa/cabaña con materiales de la casa.
- Un coche o figura reciclando piezas y motores.
- Si tenemos un robot, aprender a programarlo para que haga cosas diferentes, como recorrer la casa.
Luego, una vez logrado el primer desafío, podemos plantear preguntas para buscar otras soluciones alternativas.
¿Cómo se podría mejorar el diseño para que sea más resistente?
¿Qué tipo de objetos podemos colocar encima?
¿Cómo solucionar los problemas que hemos tenido?
Los desafíos prácticos permiten a los niños y niñas verse a sí mismos como solucionadores de problemas, y, además, aprenden a buscar diferentes soluciones a un problema, y a reflexionar y aprender de los errores.