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Salud digital: el reto del Siglo XXI

María Salmerón

La La salud digital promueve un uso saludable, seguro, crítico y responsable de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Sus objetivos fundamentales son: promover hábitos saludables, detectar precozmente los riesgos y realizar un tratamiento adecuado.

 

El mundo digital impacta en la salud a cualquier edad desde la primaria infancia hasta las últimas etapas de la vida. La infancia y la adolescencia son etapas vulnerables al estar en desarrollo y tener un acceso a la tecnología que puede ser temprano y no supervisado.

 

El mundo digital, en términos de salud, tiene beneficios como la telemedicina. La asistencia médica a distancia permite, por ejemplo, que personas que habitan en lugares con problemas de acceso por geografía o que no cuenten con el personal sanitario suficiente puedan recibir o complementar dicha atención mejorando la equidad. Sin embargo, la tecnología también tiene riesgos que impactan negativamente en todas las esferas de la salud.

 

Entonces, ¿qué podemos hacer para disminuir los riesgos?

 

¿Cómo impacta la tecnología en la salud?

 

Para entender cómo impacta la tecnología en la salud tenemos que definir qué entendemos por salud y qué consideramos tecnología.

 

Existen muchas definiciones de salud. Terris, en los años 80 definió la salud como “el estado de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento y no únicamente la ausencia de enfermedad”.

 

En el concepto de salud digital se considera tecnología a los smartphone, tabletas, ordenadores y televisión.

 

El problema es que la tecnología puede afectar a todas las esferas de la salud. Para entenderlo, pongamos algunos ejemplos:

 

  • A nivel físico: disminución de las horas y calidad del sueño; mayor riesgo de sobrepeso y obesidad; mala higiene postural…

 

  • A nivel psicológico: conductas adictivas en internet, dificultad en el manejo de la frustración, afectación en el desarrollo emocional…

 

  • A nivel social: ciberbullying, grooming, sexting…

 

  • A nivel funcional: esta es la parte que más nos preocupa a los pediatras. En muchas ocasiones no hay una afectación severa del sueño, no se cumple con los criterios de una conducta adictiva o no se es víctima de ciberacoso. Sin embargo, el uso de la tecnología afecta al bienestar físico, mental y social impidiendo un funcionamiento adecuado de la persona según su edad y desarrollo. En la infancia y en la adolescencia es frecuente la afectación funcional. 

 

¿Por qué es importante el término de salud digital?

 

En pediatría, al igual que en otros sectores como la educación, llevamos un recorrido de más de 10 años intentando ayudar a las familias en la educación digital de sus hijos.

 

Los mensajes han ido cambiando y hemos pasado del término de nativo digital a la salud digital, pasando por la inmersión digital temprana. Además, hemos tenido etapas de centrarnos sólo en los riegos sin un impacto importante en los cambios de hábitos en la población.

 

Hace más de diez años, los pediatras hablábamos del nativo digital y lanzábamos un mensaje centrado en los riesgos. Esta situación ocasionaba que los padres se sintieran aún más ajenos a la tecnología. La unión hijos y tecnología ocasionaba miedo.

 

Posteriormente, la inmersión digital temprana implicaba algo más a los padres al ser ellos los supervisores, pero olvidaban el desarrollo neurológico del niño. En esta época también se recomendaban la realización de contratos entre hijos y padres. El problema de los contratos es que los límites en el uso de la tecnología sólo se establecían para los hijos.

 

El impacto del mundo digital en la salud

 

En la última década se han publicado múltiples artículos científicos sobre el impacto del mundo digital en la salud a lo largo de la vida. La evidencia científica era tan abrumadora que se inició el uso del concepto de salud digital. Varias sociedades científicas pediátricas recopilaron la información disponible y dieron recomendaciones con puntos comunes:

 

  • Alertaron de los riesgos desde edades tempranas, especialmente en los menores de dos años.

 

  • Explicaron la importancia del juego libre para un adecuado neurodesarrollo y fomentar la interacción con otros niños y adultos.

 

  • Desarrollaron la necesidad de establecer límites digitales según edad en: tiempo de uso, tiempo de desconexión y lugares donde se utilizan los dispositivos.

 

  • Alentaron a los padres a ser el mejor ejemplo para sus hijos en el uso de la tecnología.

 

  • Recomendaron a los pediatras informar tanto de los riegos como de los beneficios de la tecnología según la edad.

 

El término de salud digital fue un gran avance, al convertir a los padres en protagonistas de la educación digital de sus hijos y ayudar a establecer límites según la edad al tener en cuenta el desarrollo del niño.

 

Salud digital

Derek Finch de Unsplash

 

¿Qué podemos hacer para mejorar la salud digital de nuestros hijos?

 

Os lanzo algunas ideas para empezar a ganar bienestar digital:

 

  • Preguntarnos qué papel queremos que la tecnología tenga en nuestro hogar.

 

  • Ser conscientes que el cambio tiene que partir de los padres y si se mantiene en el tiempo, irá poco a poco generando modificaciones en los hábitos digitales de los niños.

 

  • Ser críticos con el uso que hacemos como padres de la tecnología y pensar si es el modelo que creemos más adecuado para nuestros hijos.

 

  • Ser coherentes y saber que los límites que establezcamos en casa tienen que ser para todos, también para nosotros.

 

  • Ser humildes y dejar que nuestros hijos nos ayuden a regularnos. Si establecemos límites claros en casa nuestros hijos nos recordarán cuando incumplimos las normas. Aceptar nuestro error y reconducir la situación.

 

  • Estar presentes y disponibles cuando nuestros hijos usen la tecnología. Reducir el tiempo en que los adultos usamos a la tecnología como “niñera” de nuestros hijos.

 

¿Asumes el reto que tenemos como padres en el siglo XXI? Aceptar que la salud digital es algo más en lo que educar.

 

Foto portada por: National Cancer Institute