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Un día en la vida de dos pacientes de telemedicina en 2030

A José Miguel hoy le toca revisión. Le dirán si tiene que aumentar o reducir la dosis del anticoagulante que toma habitualmente. Levanta la persiana de la cocina y mira al cielo. Ni una nube. Su padre decía que cuando el pueblo se despertaba con ese azul de mar Mediterráneo toda La Mancha tendría un día soleado. Aunque ahora con el cambio climático no se sabe. El tiempo da bandazos sin preguntar. Es un viernes de abril… del año 2030.

Uno de cada tres viernes José Miguel se levanta antes que su mujer. Normalmente Carmen se desvela antes de las ocho y se levanta a preparar el desayuno. Pero esos viernes él se ha acostumbrado a abrir el ojo casi con los primeros rayos de luz. Va a la cocina y calienta agua para el té de Carmen. Saca las magdalenas que toman los dos y las pone sobre la mesa. Siempre hace esa rutina antes del inevitable pinchazo, como para retrasarlo unos minutos.

Tecnología futura, procedimientos futuros

Nunca le ha gustado pincharse. Aunque antes era mucho peor, recuerda. Cuando hace 10 o 15 años le controlaban el Sintrom tenía que desplazarse al centro de salud, a 15 kilómetros del pueblo, cuada tres semanas. De aquel tiempo ya olvidado recuerda las esperas en las salitas del centro. Una vez en consulta, breve conversación con la médico y a pincharse el dedo. El aparato aquel que tenían no siempre funcionaba bien y a veces había que repetir. Aunque el principal problema que tendría hoy, si no existieran los servicios de telemedicina, sería llegar al centro de salud. A sus 81 años ya no conduce. El autobús no es una opción. Solo va en dirección a la capital de provincia, justo en sentido contrario adonde está su centro. Tendría que pedir a alguien del pueblo que lo llevara, porque los taxis solo por llegar hasta su casa cobran una barbaridad.

Gracias a la telemedicina José Miguel puede hacer el seguimiento de la pastilla anticoagulante que necesita. El proceso está prácticamente automatizado y se hace en remoto. El paciente se saca una gota de sangre en su casa con un dispositivo, que consta de un sensor que mide el factor INR (índice internacional normalizado). El dispositivo, que cuenta con una conexión a Internet, envía este parámetro, utilizado para conocer el factor de coagulación del paciente, a la nube del servicio de salud. Es una de las aplicaciones de IoT en telemedicina.

En 2030 la telemedicina dará facilidades a muchos pacientes crónicos o que necesitan una monitorización continua. Pero también abordará otro tipo de dolencias más puntuales. Y, por supuesto, la gente joven también encontrará utilidad en esta asistencia en remoto.

Y el 5G llegó al pueblo

El pueblo de José Miguel no tenía buena conexión a Internet hasta que llegó el 5G. En vez de poner cables, como habían hecho en otras zonas, allí colocaron una antena cercana. Con ella les llega Internet a los móviles y a las casas. Y el aparato del pinchazo también está conectado a Internet por 5G. Él no tiene que mandar nada. Se pincha, el aparato analiza la sangre y envía los resultados. José Miguel sabe que a lo largo de la mañana le enviarán un mensaje a su app de telemedicina en el móvil. Ahí comprobará si le han variado la dosis de anticoagulante que tiene que tomar.

José Miguel se va a la cocina a desayunar. Carmen ya está levantada, aún soñolienta. Él, como siempre después de superar el trago de pincharse, entra silbando de contento.

El camino que siguen el factor INR de José Miguel, analizado en el dispositivo, es el siguiente. Mediante la conexión 5G se transmiten a la nube del servicio de salud, que compara los resultados con una base de datos. A través de un proceso automático, se determina una nueva pauta para la medicación anticoagulante del paciente. Esta conclusión tendrá que ser revisada por un médico, que tenga a su disposición el historial de José Miguel. Cuando dé su visto bueno o haga sus correcciones, la nueva pauta se enviará directamente al móvil del paciente.

El móvil de José Miguel suena con el pitido particular de las notificaciones de la app de telemedicina. Su nueva pauta de medicación ya está disponible. Desbloquea el móvil con delicadeza y toca en la notificación. Le quitan un cuarto de anticoagulante esta vez. Con el mismo cuidado con que siempre trata el móvil toca en el botón ‘De acuerdo’, para verificar que ha visto la pauta. Así, el servicio de salud tiene constancia de que el paciente ha visto el mensaje. Automáticamente, se le modifica la anotación del calendario que tenía, con la nueva dosis de anticoagulante.

Marta, buscando un especialista en 2030

telemedicina

La preocupación de Marta hoy, año 2030 mismo viernes de abril, es no poder ir a la sierra dentro de dos fines de semana. Su grupo de amigos ha organizado una ruta nocturna con vivac en las montañas. Pero ayer pisó mal mientras corría y se le hinchó el tobillo. Le sigue molestando, así que ha decidido pedir cita con un especialista.

Marta entra en la app de telemedicina desde su móvil. Selecciona ‘Pedir consulta’ y selecciona ‘Especialista’ y ‘Traumatología’. El programa tarda apenas un segundo en redirigirla a otra pantalla. Allí, la app le hace una serie de preguntas. Aunque primero le pide que describa brevemente cuál es su problema. “Pisé mal mientras corría y se me ha hinchado el tobillo. Me duele desde ayer. Tengo miedo de habérmelo torcido”.

La app de nuevo se toma unos instantes para procesar la información. Después empiezan las preguntas, ajustadas a su caso por inteligencia artificial: “¿Cómo describirías de la forma más precisa posible tu dolor?”, “Señala en estas imágenes en qué partes concretas del tobillo sientes molestias?” (esta viene acompañada de cuatro imágenes con diferentes zonas del tobillo sombreadas), “¿El dolor va a peor o a mejor?”, “¿Has mantenido reposo?”. Después de unos minutos de contestar preguntas, la mayoría de opción múltiple o sencillamente binarias, Marta obtiene una última petición. “Por favor, adjunte algún documento gráfico que muestre la zona lesionada”. La joven se quita el calcetín y retuerce sus extremidades de manera antinatural con el móvil en la mano. Al final consigue sacar un par de instantáneas decentes de su tobillo enrojecido.

Una vez enviadas las fotos, la app vuelve a tomarse unos segundos para procesar hasta que revela un prediagnóstico. Con un mensaje en rojo, la app alerta claramente de que la información que sigue es solo un prediagnóstico y debe ser confirmado por un especialista: “Contusión en la zona del tobillo, con posible inflamación de los tejidos blandos”. En un desplegable, la pantalla del móvil muestra una serie de recomendaciones (guardar reposo, mantener pie elevado, antiinflamatorios…). A continuación aparece la hora de una cita médica, ese mismo día, con el especialista. Marta aprueba la hora de la cita tocando la pantalla y automáticamente la app pone una nota en el calendario del móvil.

Sin inteligencia artificial no hay telemedicina en el futuro

Marta acaba de hacer uso de un sistema de apoyo a la decisión o DDS, por sus siglas en inglés. Son sistemas de inteligencia artificial que analizan una serie de información, que va desde los síntomas descritos mediante texto hasta imágenes de las lesiones. En 2030 todos estos datos que recogerá la aplicación de telemedicina se enviarán a la nube del servicio de salud. Ahí se analizarán mediante algoritmos de machine learning y deep learning, entrenados con casos médicos de todo tipo. El resultado será un prediagnóstico, que se enviará al paciente con unas recomendaciones, y al médico que le pasará consulta. De esta forma, se acelera el proceso. Los médicos ganan tiempo al tener la información condensada y solo tienen que contrastarla en consulta y confirmar el diagnóstico o los pasos a seguir.

El teléfono vibra y resuena por todo el piso. Marta se apresura a responder a la videollamada del traumatólogo. Es él quien empieza la conversación. Ha examinado su prediagnóstico y la información que ha aportado, incluidas las fotos de su tobillo. Le hace algunas preguntas más y le pide que le enseñe el tobillo. Después de unos minutos, el médico le da algunas recomendaciones añadidas a las de la app. La tranquiliza diciendo que no parece una lesión grave pero le advierte que tendrá que observarse. Si el dolor no disminuye en los siguientes dos días tendrá que acudir a consulta presencial para un examen físico y, posiblemente, una radiografía para descartar.

Seguimiento online, una realidad futura

El médico le pide a Marta que haga un seguimiento en la aplicación de telemedicina. Dentro de dos días tiene que enviarle un mensaje, que le llegará directamente a él, sobre el estado de su tobillo.

Pasados dos días después de la consulta, Marta no siente dolor al apoyar el pie. Describe los avances en un breve texto y lo manda a través de la app de telemedicina. Al cabo de unas horas recibe un mensaje del traumatólogo que la atendió. Parece que el tobillo está respondiendo bien, le dice. Si en una semana no tiene dolor podría probar a dar paseos largos. Marta sonríe al leerlo, pensando en que muy probablemente pueda ir con sus amigos a hacer esa ruta por la sierra.

Este es un ejercicio de ficción sobre cómo podría funcionar la telemedicina en 2030. Está basado en una proyección de los avances actuales y en una charla con la investigadora Isabel de la Torre Díez, coordinadora del Grupo de Telemedicina y eSalud, de la Universidad de Valladolid.

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