Desde que en diciembre de 2015 se lanzó el Plan de Acción de la Unión Europea para la economía circular (EC), se ha venido tomando una serie de medidas a nivel empresarial, fundamentalmente, para cumplir con los requisitos marcados para el cumplimiento de objetivos circulares.
La EC es lo contrario a la economía lineal de la que los consumidores hemos formado parte generación tras generación, es decir, la de extraer recursos del medio, producir, consumir y desechar.
Esto ha derivado a que para el año 2050, si continuamos con el ritmo de consumo de la actual economía lineal, el planeta “colapse” en cuanto a la disposición de recursos naturales
José Vicente López Álvarez
Por tanto, la transición de una economía lineal a una circular implica que el valor de los productos, los materiales y recursos se mantengan en el sistema el mayor tiempo posible y, por otro lado, se reduzca al mínimo la generación de residuos y se maximice la utilización de energías renovables.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Evidentemente caben dos posibilidades de actuación, que a mi juicio deben ser simultaneadas para que esto tenga éxito:
- Por un lado, las empresas y administraciones deben promover sistemas de prevención de residuos y alargamiento de la vida útil de los productos a través del ecodiseño.
- Por otro lado, los consumidores a través de cambios en las pautas de consumo derivadas de la costumbre generacional de la economía lineal de “usar y tirar”, es decir, ir hacia un consumo responsable y sostenible.
Pero ¿qué significa este concepto?
Una actitud por parte de las personas consumidoras y usuarias que implica hacer un consumo consciente y crítico, que se demuestra, tanto a la hora de comprar un producto o contratar un servicio, empleando eficientemente los recursos de los que se dispone.
Los consumidores deben implicarse con un consumo responsable
El consumo responsable se basa en dos máximas que son: consumir menos y que lo que consumamos sea lo más sostenible y solidario posible, de acuerdo con los fundamentos jurídicos del consumo responsable y la producción sostenible que encontramos en los artículos 191 y 193 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
…la circularidad no debe implicar el empobrecimiento de la población ni una merma en el crecimiento económico.
José Vicente López Álvarez
La EC es en primer lugar “economía “y este concepto no debe olvidarse, por lo que la circularidad no debe implicar el empobrecimiento de la población ni una merma en el crecimiento económico. Es más sencillo. Comprar un bien o servicio implica satisfacer una necesidad o un deseo, pero también activar toda una serie de procesos económicos, sociales y medioambientales. Por ello, hacerlo de una manera responsable significa cuestionarse a la hora de comprar qué es prescindible y qué no; cuáles son nuestras disponibilidades económicas reales y, después, elegir los productos, no sólo por su precio o su calidad, sino también porque son respetuosos con el medio ambiente y porque las empresas que los elaboran cumplen con los derechos humanos y los principios de justicia social.
Y es aquí donde los consumidores deben implicarse. Aparentemente casi todas las personas están de acuerdo con los principios aquí mencionados, incluso aceptarían pagar más por un producto denominado ecológico o sostenible, pero la realidad es otra, ya que el precio es lo que marca la diferencia y la economía circular aún no ha resuelto este problema que, en un mercado libre, lo fija la oferta y la demanda.
Es necesario una colaboración global ante el reto de la economía circular
La ciudadanía debe responder a este reto y para ello las administraciones públicas y empresas deben generar el escenario propicio para que haya una colaboración global. Lejos de cualquier ideología política y asumiendo un mercado libre occidentalizado y evitando la intervención gubernamental, las pautas de consumo son racionales y se explican por sí mismas, ya que afectan a la economía doméstica o individual de manera directa. Por ejemplo:
- comprar productos con un consumo eficiente de energía nadie lo discute
- rechazar marcas de productos que se correspondan a empresas no comprometidas con el medioambiente, sin ecoetiquetas
- saber distinguir a aquellas entidades que practican el greenwashing, como elemento de presunto fraude al consumidor
- alquilar o compartir en vez de adquirir la propiedad de un bien o servicio
- buscar los productos o marcas que garanticen una mayor durabilidad, facilidad de reparabilidad o un valor final o venal que facilite su reutilización y puesta en venta en el mercado secundario
Hay muchas más estrategias, pero, en cualquier caso, tal y como se va intuyendo, la ciudadanía necesita de educación y de información adecuada, asumiendo que las generaciones más mayores les costará más asumir estos conceptos.
Nuestra sociedad va cambiando y eso se nota.
Tan sólo hace 10 años era impensable ver coches eléctricos alquilables por nuestras calles; o la eliminación de los plásticos de un solo uso, cambiando bolsas de plásticos en los comercios por bolsas reutilizables y muchos ejemplos más que no caben en estas líneas, pero que demuestra que la sociedad sí puede cambiar hacia una economía circular, sin renunciar al nivel de bienestar general conseguido. El fondo sigue siendo el mismo, sólo cambia la forma.
Hagámoslo posible entre todos.